Dopanímate
El grito de la ansiedad

El grito de la ansiedad

¡Hola! Me da mucho gusto volvernos a encontrar, esta vez para platicarte algo que me sucedió hace ya un tiempo, cuando tenía más o menos 25 años, y que me hizo comprender lo poderoso que puede ser el acompañamiento de un buen terapeuta y lo natural que deberíamos ver el tomar terapia.

Todo comenzó después de que fui a desayunar con una amiga; estuvimos platicando durante largo rato y hasta que nos despedimos las cosas fluían aparentemente bien. Me fui caminando hacia el Metro, en la Ciudad de México. Abordé un vagón y, justo cuando empezó a sonar el timbre que indica que las puertas se van a cerrar, empecé a sentir un temor indescriptible, mi corazón comenzó a palpitar aceleradamente, sentí que no podía respirar bien y comencé a sudar. Quise echarme a correr, pero la puerta se cerró y el convoy del Metro ya avanzaba.

Eran aproximadamente las 12:30 del día, el vagón no iba lleno y toda la gente tenía lugar para ir sentada. Yo me levanté y caminé rápidamente hasta el otro extremo. Los segundos que transcurrieron en lo que llegaba a la siguiente estación se me hicieron eternos, sentí que el corazón no podía latir más rápido. Cuando las puertas se volvieron a abrir, yo estaba muy mal, lloraba, mi corazón seguía a mil por hora y tenía náuseas. Una mujer y un hombre policías me vieron y me llevaron a una oficina. “Siéntate aquí mientras se te pasa”, me dijo ella. Me preguntó si había sucedido algo en el trayecto que ocasionara esa crisis repentina, a lo que respondí que no. Enseguida llegó su jefe y me pidió llamar a casa para que fueran por mí. Al cabo de un rato llegó mi papá.

La ansiedad es una señal de alerta del organismo que nos permite reaccionar ante una situación de estrés o de peligro. Cuando ocurre por una situación específica, como la presentación de un examen o una cita importante puede considerarse normal, pues una vez que sucede el acontecimiento, también ese miedo pasa. Cuando el temor y la sensación de que algo malo va a ocurrir son recurrentes podríamos estar presentando un trastorno de ansiedad.

Lo que a mí me ocurría eran crisis de ansiedad que se disparaban súbitamente al estar encerrada, pues en esas circunstancias presentaba los síntomas sin poder controlarlos.

En el transcurso de unos tres meses el pánico en el Metro volvió varias veces, dejé de tomar ese medio de transporte, pero comenzó a pasarme también en los elevadores, llegué a subir más de 20 pisos de un edificio por las escaleras, ante el temor a sentirme encerrada, y a caminar cinco o seis kilómetros para dirigirme de un lugar a otro, con tal de sentirme libre.

En una ocasión le confesé a otra amiga lo que me sucedía y ella me dijo que había leído que exponerse a aquello que te da miedo hace que lo venzas. ¡Ay no!, no te quiero contar cómo me fue la vez que, un poco presionada por ella, me subí al Metro nuevamente. Sucedió todo lo contrario, me sentí peor.

Al ver que la claustrofobia mermaba mi calidad de vida y que no había tiempo ni receta mágica que me la quitara, busqué una terapia. Lo primero que hizo la terapeuta fue explicarme que lo que me sucedía eran crisis de ansiedad y que había solución. Durante varios meses la visité puntualmente cada semana y cuando descubrimos lo que ocasionaba esos ataques, el temor se fue.

La Organización Mundial de la Salud estima que 4% de la población mundial padece trastornos de ansiedad. En 2019, 301 millones de personas en el mundo los sufrían y, aunque existen tratamientos muy eficaces para tratarlos, solo uno de cada cuatro personas que lo necesitan, los reciben. La principal causa de no ser atendidos es que no se toma consciencia de que es un problema de salud, además existe un estigma social, hay personas que simplemente “te tiran de a loco o loca” cuando algo así te sucede.

En este espacio de confianza, te cuento que, después de muchas horas de terapia, comprendí que lo que ocasionó mis crisis de ansiedad fue el temor a perder a mi papá. Resulta que meses antes de que esto empezara, él había estado en el hospital a causa de un infarto, situación que me generó mucho miedo. No me imaginé que ese temor me traería consecuencias.

Muchas cosas han pasado a partir de que me atendí. No te niego que cuando tengo etapas de mucho estrés, a veces mi cuerpo quiere otra vez pegar un grito a través de alguna crisis, pero hoy cuento con herramientas que me ayudan. Además de acudir a terapia, me funciona meditar y escribir cuando algo me preocupa, pues eso me ayuda a identificar qué es lo que sí está en mis manos y cuáles son las cosas de las que no tengo el control.

Así como hay distintos tipos de terapias, hay muchas alternativas para sentirnos mejor y seguirnos conociendo, te recomiendo que, si en algún momento sientes que no puedes controlar tus temores, pidas ayuda profesional.

Es todo por ahora, pero antes de despedirme te invito a platicarme si alguna vez has sentido ansiedad, ¿cómo la sientes? ¿Te ha dado alguna crisis? ¿Qué te ha funcionado? Gracias por leerme y me encantará saber de ti.

¡Saludos!

Te puedes atender en:

https://psiquiatria.facmed.unam.mx/index.php/clinica-salud-mental/

https://inprf.gob.mx/clinicos/preconsulta.html

Te puede interesar:

https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/anxiety-disorders

Lee algo más de Osiris:

https://www.saludplenus.com/dopanimate/ser-madre-sin-culpas/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *