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Siete de cada diez personas viven violencia digital de pareja

Siete de cada diez personas viven violencia digital de pareja

Puede ocasionar depresión, ansiedad, aislamiento social, mala reputación, conductas sexuales de riesgo e, incluso, síndrome de estrés postraumático

Siete de cada diez personas padecen violencia digital, y no es menos dañina que las formas tradicionales de agresión y abuso, alertó la profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, Claudia Jaen Cortés.

Durante la conferencia “Violencia digital en las relaciones de noviazgo”, la investigadora indicó que este problema incide más en las mujeres y grupos vulnerables. A diferencia de la que se ejerce cara a cara, esta se puede ejecutar de manera pública o privada a través de espacios virtuales como es un teléfono móvil.

La violencia digital abarca comportamientos que pueden ser amenazas, omisiones, acoso y abuso, cuyo propósito es controlar, deteriorar y dañar a la pareja o expareja, mediante el uso de recursos electrónicos, aclaró.

Incluye insultos, humillaciones, difusión de información personal, robo de identidad, invasión de la privacidad y vigilancia, así como la sextorsión y pornografía no consentida, ciberviolencia financiera o el acoso cibernético.

Las personas que ejercen este tipo de agresión piden a su pareja que mande su ubicación y todo el tiempo le preguntan qué está haciendo, con quién está, incluso cuando la relación haya terminado. Tienen acceso constante a la vida cotidiana de los receptores, tienden a arruinar su reputación y transmitirles la sensación de falta de seguridad, prosiguió Jaen Cortés.

La especialista comentó que se han identificado situaciones como el bloqueo de las redes sociales (independientemente del tiempo de la relación),  insultos y críticas a través de estas, e impedir a la pareja (o ex) responder mensajes. Le exigen sus contraseñas o indicar su paradero, revisan sin permiso cuentas de las plataformas digitales en las que se participe o controlan sus actividades.

Otro ejemplo es la relacional, es decir, pedirle a la pareja que se aleje de ciertas personas por celos o inseguridad; prohibirle ciertos contactos y disipar falsos rumores entre amigos, detalló.

En tanto, la violencia sexual en medios digitales consiste en la coerción y acoso, uso malintencionado de mensajes de texto e imágenes sexualizadas (como distribución de fotografías o videos) que son autoproducidos y se envían o se reciben a través del teléfono celular o internet.

La de tipo digital de pareja puede ocasionar un sinnúmero de emociones negativas, como enojo, tristeza o ira. Entre sus consecuencias más comunes se encuentra la depresión, ansiedad, aislamiento social, mala reputación, conductas sexuales de riesgo, incluso, síndrome de estrés postraumático.

Asimismo, baja productividad; rezago académico y deserción escolar; problemas crónicos de salud (con enfermedades como colitis o gastritis); discapacidad; días laborales perdidos; autolesiones; relaciones interpersonales disfuncionales; comorbilidad con otros problemas de salud mental, como ideación y conductas suicidas, hasta la muerte.

Si alguien está en una situación donde se vive agresión digital, es importante pensar de manera activa con respecto al futuro, tener un plan de vida, concentrarse en las metas y tener presente que no podemos depender de nuestra pareja.

Jaen Cortés también recomendó acercarse a instituciones como centros de atención psicológica para recibir contención emocional y, si se requiere, emprender acciones legales contra la persona perpetradora.

Por último, para construir relaciones de pareja saludables propuso fortalecer las habilidades de comunicación, donde haya escucha reflexiva, asertiva y empática; usar estrategias de negociación; establecimiento de límites y fomento de la equidad; poner en marcha prácticas de solución de problemas y efectuar un inventario de recursos (familia, universidad, etcétera).

De igual manera, establecer relaciones de pareja basadas en equidad e intimidad; reconocer las prerrogativas propias y las de la pareja; y saber que tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y la actividad sexual, concluyó.

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