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Se estima que 1% de la población mundial padece trastorno del espectro autista

Se estima que 1% de la población mundial padece trastorno del espectro autista

El 2 de abril se conmemora el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo

Se estima que una de cada cien personas en el mundo padece algún trastorno del espectro autista (TEA), por lo que especialistas de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama) llamaron a la sensibilización social sobre esta condición.

Especialistas en neurología, psiquiatría y salud mental explicaron que el TEA implica el desarrollo atípico del cerebro y plantea dificultades en la interacción social y en la incorporación a la vida comunitaria de quienes lo padecen.

Las alteraciones se identifican desde el inicio del desarrollo infantil, neuronal y del cerebro.

El TEA pertenece al mismo grupo que el trastorno de déficit de atención, los trastornos del aprendizaje y los trastornos del desarrollo intelectual, antes conocidos como retraso mental.

Aclararon que los TEA no son enfermedades en sentido estricto porque, para denominarlas de esa manera, deben tener características específicas; particularmente, que sea posible llegar al diagnóstico a través de estudios de imagen o de laboratorio, lo que en el trastorno del espectro autista no ocurre, en virtud de que su diagnóstico es enteramente clínico.

El diagnóstico se realiza mediante una entrevista clínica al paciente y a familiares, cuidadores, profesores y compañeros que aporten información complementaria de la escuela o de los lugares en que la persona se desarrolla. Se aplica una evaluación poliédrica y multidimensional del individuo para certificar que las características propias de la condición se presentan en todos los contextos y no sólo en algunos.

Las personas con TEA suelen mostrar alteraciones en la comunicación socioemocional y en el lenguaje, patrones de comportamiento restringidos y repetitivos. En muchos casos hay ecolalia, una perturbación del lenguaje que consiste en repetir involuntariamente una palabra o frase que acaba de pronunciar otra persona en su presencia, generalmente sus padres o cuidadores primarios.

Sobre el lenguaje se ha identificado que no balbucean, rasgo que puede ser una señal de alerta para solicitar diagnóstico médico.

Con respecto al desarrollo socioemocional, los infantes con TEA también presentan algunas características, por ejemplo, no miran a los ojos y no manifiestan reciprocidad social con la persona que los cuida, lo que debe tomarse en cuenta para acudir a valoración exhaustiva.

Hay alteraciones también en el juego; en la medida que crecen se nota la incapacidad de realizar juego simbólico; quienes padecen TEA más bien se enfocan en objetos extraños que pueden generarles mucho más interés. Por ejemplo, pueden quedarse observando fijamente la manera en la que giran las aspas de un ventilador.

Pueden tener o no discapacidad intelectual, y es importante hacer la diferencia. Si presentan discapacidad intelectual, el pronóstico es desde luego menos favorable, pero hay quienes no la tienen e incluso parecen tener una inteligencia superior porque suelen centrarse en temas muy específicos sobre los que tienden a desarrollar un conocimiento profundo, en línea con los patrones de intereses restringidos y repetitivos que caracterizan a esta condición.

Los expertos mencionaron que las personas con TEA desarrollan una inflexibilidad en la modificación de las rutinas. Se angustian por los cambios, incluso los más sutiles como podría ser la modificación de la ruta para ir a un lugar.

Un rasgo adicional es que a menudo presentan hipersensibilidad o hiposensibilidad a los estímulos sensoriales: pronto les puede molestar mucho el ruido –una licuadora—, o estar en lugares muy concurridos puede generarles altos niveles de angustia.

Si bien se desconoce el origen preciso de este trastorno, sí están identificados algunos factores de riesgo como el que los padres sean añosos al momento de concebir (más de 35 años en la madre más de 38 en el padre), fumar durante el embarazo, tener contacto con organofosforados durante la gestación, especialmente durante el tercer trimestre, o concebir a través de inseminación artificial. En cualquier caso, los expertos coinciden en que los factores de riesgo no son determinantes, puesto que no hay en realidad una causa específica.

Concluyeron que es necesario asistir a las consultas mensuales con la o el pediatra para monitorear la evolución del menor y vigilar el desarrollo socioemocional durante los primeros mil días de vida. En esta etapa es posible identificar rasgos de alerta.

El diagnóstico del TEA puede hacerse desde antes de los dos años; mientras más temprano, mejor será el pronóstico, porque se podrán desarrollar las habilidades necesarias para la mejor inserción social a través de rehabilitación.

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